Revista Arcadia review by Luis Daniel Vega

Ricardo Gallo’s Tierra de Nadie – The Great Fine Line (CF 209)
La primera vez que oímos hablar del pianista Ricardo Gallo fue en el 2004, cuando se dejó ver en La revuelta, disco de la agrupación bogotana Asdrúbal. Poco después de grabar junto a ellos viajó a Nueva York, donde se quedó a vivir por largo tiempo. Allí, en la Universidad Stony Brook, conoció al trombonista Ray Anderson, quien se convirtió en su profesor y, a la postre, en su colega. Ninguno de los dos se imaginó que seis años más tarde entrarían al estudio para darle vida a The Great Fine Line, quinta placa de Gallo luego de tres discos en cuarteto (Los cerros testigos, Urdimbres y marañas y Resistencias, todos ellos editados por el colectivo La Distritofónica, del que es miembro activo) y Meleyólamente, en dúo al lado del guitarrista Alejandro Flórez. 

Conformado en diciembre de 2007, el quinteto-sexteto Tierra de Nadie cuenta con la presencia de algunos “pesos pesados” del jazz y la llamada “música creativa” o “música improvisada” en Nueva York. ¿Y cómo convence un músico emergente de 33 años a otros que literalmente lo doblan en edad, y que cuentan con carreras consolidadas a lo largo de tres décadas? La respuesta es fácil: con música, fresca, poco prejuiciosa y, lo más importante, sin gentilicios. Así las cosas, los sonidos que nos encontramos en esta grabación son desarraigados y se adentran en territorios inhóspitos donde “los complejos y los mitos se resuelven en melodía”, como reza el epígrafe de Cortázar, impreso en el disco. 

Desde el jazz, la tradición de la música de vanguardia y de cámara, pinceladas andinas, otras citas prestadas del Caribe y el Pacífico colombianos, The Great Fine Line se siente, a primera vista, difícil. Claro, desde la entrada, el asunto es retador a todas luces como sucede en “Intruders”, corte en el que Anderson en el trombón, Mark Helias en el contrabajo y Satoshi Takeishi en la batería improvisan en onda minimalista por casi dos minutos antes de que el combo tome forma y se deje ir en un tema que por momentos nos recuerda las composiciones de Andrew Hill, a propósito, uno de los pianistas favoritos del bogotano. A partir de aquí no hay beneplácitos, lo que no significa de ningún modo que el disco sea hermético, despiadadamente freesero (de hecho no hay free por ningún lado), pretencioso y, en el peor de los casos, autorreferencial, es decir, escrito para ser entendido por algunos iniciados. Todo lo contrario. The Great Fine Line es accesible y nos tiene reservadas muchas sorpresas, como el imponente solo de Takeishi en “Stomp at no man´s land”; la nostalgia andina de “Hermetismo” (con Dan Blake impecable en el saxo tenor y Pheroan AkLaff soberbio en la batería); la delicadeza de Gallo en “The intervetion” y, para completar, “La pina blanca”, ingeniosa pieza en la que se cruzan, sin efectismos patrioteros, algo de dixieland, con porros chocoanos y sabaneros, estas últimas, sonoridades que Anderson asimila, precisamente, como si de verdad estuviera parado en la mitad de esa imaginaria tierra de nadie. 

Punto de giro en el oficio del capitalino, The Great Fine Line (editado por el influyente sello portugués Clean Feed) no puede ser escuchado como telón de fondo. Aunque suene a odiosa advertencia, hay que tomarse el tiempo necesario para escucharlo y no descuidar ningún detalle como sucede, por ejemplo, con el óleo “Piece on earth” (sí, como la pieza de Coltrane) con el que la artista Claudia Ruiz nos confirma que este disco es puro deleite… hasta para los ojos.
http://www.revistaarcadia.com/opinion/critica/articulo/sin-gentilicios/24573

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